En un lugar de la Mancha (cuyo nombre no quiero olvidarme) es posible revivir las aventuras de Don Quijote frente a los molinos de viento. Este pueblo toledano lleva el nombre de una antigua batalla, Consuegra, y constituye una visita casi obligada para quienes deseen fotografiar (o fotografiarse en) un escenario típicamente cervantino.
El municipio de Consuegra se encuentra en la comunidad de Castilla-La Mancha, a 67 kilómetros al sur de Toledo (y a 132 kilómetros de Madrid). Resulta accesible muy fácilmente en automóvil, pero también en transporte público, ya que existe una línea de autobús que cubre el trayecto Toledo-Consuegra diariamente.
Ya desde la ruta que lleva hasta Consuegra pueden apreciarse en lo alto del Cerro Calderico doce molinos de viento, construidos en el siglo XVI y restaurados para el turismo. Aguzando un poco la imaginación, y a la distancia, los molinos de verdad parecen gigantes dispuestos a entrar en combate. Se construyeron 13, pero sólo 12 permanecen en pie. Hay 5 que aún conservan su maquinaria en perfecto estado. Todos tienen nombres que aluden a las aventuras del Quijote: Sancho, Caballero del Verde Gabán, Mambrino, Clavileño, Alcancía, Cardeño…
Actualmente sólo es posible visitar por dentro uno de los molinos, que oficia de museo y oficina de turismo. El precio de la entrada es de 1,5 euros (2014), pero si queremos conocer también el Castillo de la Muela (desde donde además tendremos una vista maravillosa de los molinos), se puede adquirir una entrada combinada que cuesta 4 euros (2014).
Si bien es cierto que el atractivo central y casi excluyente de Consuegra son sus molinos, también posee un interesante casco viejo con aire medieval. Vale la pena un paseo para perderse por sus angostas calles. El ayuntamiento, en la Plaza España, tiene un bonito reloj de sol y, por supuesto, Consuegra también ofrece restaurantes donde saborear platos regionales.
En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.
—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
(Fragmento del capítulo VIII de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha)